domingo, 17 de julio de 2011

Los Caballeros Templarios: La Familia, reloaded

MICHOACAN.-Domingo 17 de julio de 2011. En un abrir y cerrar de ojos, en apenas seis meses, el escenario criminal de Michoacán cambió de forma radical. Su principal organización, La Familia Michoacana, está ya prácticamente desintegrada. Y su sucesora, Los Caballeros Templarios, es acosada por centenares de policías federales a la caza de su principal líder, Servando Gómez Martínez, La Tuta.
Abatido en diciembre Nazario El Chayo Moreno y capturado en mayo Jesús El Chango  Méndez, las fuerzas federales buscan por tierra y aire a La Tuta, cuyas huestes, sin embargo, hacen alarde de organización y poderío al atacar con granadas y bloqueos carreteros de manera simultánea en varias ciudades del estado, y al enfrentar a la autoridad en luchas cuerpo a cuerpo que tiñen de sangre a la
entidad y atemorizan a la población civil.
Un ejemplo: el jueves siete de julio la Policía Federal (PF) incursionó en los  búnkeres de Los Caballeros Templarios en la región de Tierra Caliente, y la reacción inmediata no se hizo esperar. Durante tres horas, nueve municipios vieron arder una treintena de autos que comandos armados colocaron e incendiaron a manera de barricada en carreteras estatales y federales, así como en centros
urbanos, amén de que en Apatzingán y Parácuaro se libraron despiadados enfrentamientos con armas de alto poder y granadas de fragmentación. El saldo de este episodio: siete gatilleros muertos, tres uniformados heridos y el compromiso gubernamental, cumplido 48 horas después, de enviar otros mil 800 policías federales para reforzar a los mil 200 que ya se encontraban en  territorio purépecha desde meses atrás. El nuevo contingente llegó acompañado por unidades de soporte logístico y  técnico: 170 unidades terrestres —la mayoría blindadas—, 15 ambulancias y cuatro helicópteros modelos MI y Black Hawk, con capacidad de carga para más de cuatro toneladas y equipados con la más avanzada tecnología, como sistemas infrarrojos de búsqueda, sistemas automatizados de navegación y alto rendimiento en condiciones extremas, según difundió la institución.
DICIEMBRE NEGRO
El supuesto principio del fin de La Familia quedó registrado el ocho de diciembre de 2010, cuando el gobierno federal, después de duros combates entre policías federales y fuerzas castrenses contra grupos de civiles armados, proclamó haber aniquilado al entonces jefe máximo de esa organización, Nazario
El Chayo Moreno. Ese día, antes de la muerte del fundador del cártel michoacano, diversos comandos procedieron a apoderarse de taxis, automóviles, camionetas, tráileres y autobuses de pasajeros a los que prendieron fuego, y con ellos bloquearon los principales accesos a plazas como Morelia, Apatzingán, Uruapan, Múgica y Parácuaro durante una jornada de tensión extrema. Fue entonces cuando Jesús El Chango Méndez se proclamó sucesor de El Chayo Moreno… pero sin la anuencia de La Tuta y de Enrique Kike Plancarte, quienes, mientras definían cómo quedaría la nueva estructura criminal, anunciaron, a finales de diciembre, una tregua y un repliegue de las acciones de La Familia,  para lo cual desplegaron mantas en puentes peatonales y plazas en más de 20 de los 113 municipios de Michoacán, además de repartir miles de volantes.
En enero La Familia propuso una segunda inacción que el gobierno federal juzgó como un claro síntoma de debilitamiento, y en marzo dio a conocer que se disolvía para dar vida a Los Caballeros Templarios, ahora sólo bajo las directrices de La Tuta y Kike. El Chango Méndez se quedó así con los restos de La Familia. Menos de 10 por ciento de las estructuras aún le son leales, según apreciaciones de la PF, y a cambio de ello recibió la advertencia de Los Caballeros Templarios de que será combatido por haberlos traicionado y haberse aliado con Los Zetas para reconquistar Michoacán.
El 22 y 23 de mayo comunidades rurales de Apatzingán y Buenavista Tomatlán fueron escenario de intensos e interminables enfrentamientos entre gatilleros de La Tuta y de El Chango, arrojando un total de 15 muertos y un fenómeno hasta entonces inédito en la entidad: la diáspora de centenares de familias que huyen de la violencia, del temor cada vez mayor a morir en el fuego cruzado. Los habitantes de pueblitos como Pinzándaro, Santa Ana Amatlán, Vicente Guerrero, Catalinas y Cenobio Moreno dejaron atrás lo poco que tienen y comenzaron a buscar refugio en las cabeceras municipales de Apatzingán y Buenavista Tomatlán, donde las autoridades locales y estatales han instalado albergues para atender, de inicio, a mil 500 personas. El 27 de mayo, mediante trabajos de inteligencia, la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP) ubicó en la comunidad La Loma, municipio de Jilotlán,
Jalisco, en la zona colindante con Michoacán, una finca donde El Chango  presuntamente sostendría una reunión con sus fieles seguidores y con emisarios de Los Zetas. Acto seguido sobrevino un espectacular choque armado de más de 30 horas, al final del cual quedó un saldo de 16 sicarios muertos y otros 36
detenidos, entre ellos los jefes de plaza Gaudiyur Ambriz Altamirano, El Yogurt;  César Barragán Valencia, Caramelo, y Gerardo Fernández Covarrubias, El Mofles, quienes aportaron la información estratégica necesaria para atrapar a El Chango una semana después.
LEY DEL SILENCIO
Bastaron entonces seis meses para la reconfiguración de las estructuras  criminales en Michoacán, cuyos antecedentes recientes se remontan a 2002, con la incursión de La Empresa —dirigida por Carlos Rosales Mendoza, El Tísico, preso hoy en el Cereso de Puente Grande, Jalisco—, hasta el nacimiento, consolidación, crecimiento y supuesta extinción de La Familia. Según recuento elaborado a partir de informes públicos de la propia SSP, en el haber de esta organización que hizo su aparición en 2006 y dejó de aparecer hace ya más de tres meses, se encuentran cuatro mil 500 asesinatos, 10 mil  privaciones de la libertad y dos mil desapariciones, la inmensa mayoría de ellas dispuestas por presuntas inspiraciones divinas de El Chayo: en su afán por obtener mayor penetración social, la organización tomó desde sus inicios como bandera social en sus manifiestos “la justicia divina”, con la que siempre pretendió hacer creer a la sociedad que defendía causas y valores justos. A pesar de que en los años recientes la autoridad logró detener a unos 710 individuos íntimamente vinculados con La Familia, se estima que este cártel, ya con su metamorfosis a Los Caballeros Templarios, aún posee redes y organización en por lo menos 11 plazas del país: los estados de México, Michoacán, Morelos,
Tlaxcala, Jalisco, Guerrero, Querétaro, Aguascalientes, Guanajuato, Tamaulipas y el Distrito Federal.
El perfil místico de La Familia, empero, no desapareció con su supuesta disolución. Al contrario: desde el nombre, Los Caballeros Templarios, lo retoman y enfatizan, pues durante las acciones de la semana pasada en la región de Tierra Caliente la PF aseguró armas, droga, camionetas e inclusive un revelador
folleto que confirma el carácter religioso de este grupo que lideran La Tuta y  Kike. En el pasquín, denominado “Código de Los Caballeros Templarios”, destacan aspectos y juramentos divinos, incluyendo la pena capital para los traidores y “la ley del silencio”, similar a la legendaria omertá de las mafias sicilianas; todo ilustrado con estampas de aire medieval abrevadas de la original orden de
Los Caballeros Templarios, misma que se fundó en el siglo XII en Europa para proteger a los peregrinos en su camino hacia Tierra Santa y que fue disuelta cerca de un siglo después. La publicación, que también fue distribuida en plena vía pública en días pasados, establece que Los Caballeros Templarios “buscarán salvaguardar el orden, evitarán robos, secuestros, extorsiones y protegerán al estado de grupos rivales”. Al igual que La Familia, la nueva expresión criminal retoma los  sistemas de adoctrinamiento basados en criterios religiosos, y capta a sus miembros entre adictos a quienes somete a rehabilitación y les dicta códigos para someterlos mentalmente, reinventándolos como justicieros sociales. Previo a su ingreso al cártel, los aspirantes participan en un ritual en el que, después de pasar diferentes exámenes físicos, entran en una prueba espiritual y de flagelación, para después dar paso a la lectura y firma del citado código de lealtad hacia la organización, donde se puntualiza que de traicionar o ser infiel al cártel, el iniciado deberá ser sacrificado por su jefe inmediato.
¿JAQUE MATE?
En este escenario de supuesto desconcierto y reorganización, la mafia michoacana es asediada por una PF al parecer ahora sí mejor equipada, y que encima cuenta en todo momento con el apoyo del Ejército, sobre todo en sus incursiones a las zonas más agrestes y apartadas. Ya el 12 de julio se dieron a conocer los primeros resultados del nuevo operativo: en Apatzingán fueron detenidos 20 presuntos integrantes de Los Caballeros Templarios, a quienes les aseguraron 20 armas (13 fusiles de asalto y siete pistolas de grueso calibre), casi medio millar de balas, ocho granadas de fragmentación, una granada de mano con agente químico y cinco camionetas de lujo. El golpe fue consecuencia de trabajos de investigación que permitieron ubicar en las inmediaciones del panteón municipal, en el camino que comunica con el poblado Presa del Rosario, a este grupo de personas armadas que pretendían  celebrar una reunión precisamente para planear ataques contra los uniformados. Entre los detenidos, según el parte policial, se encuentran individuos que asesinaron e incineraron a varias personas, procesadores de droga sintética, distribuidores de enervantes y responsables de la operación de unidades  automotoras, entre otros delincuentes. Así, pues, hoy uniformados y delincuentes velan armas en las regiones de Tierra  Caliente y Uruapan, aunque puntos como Morelia, Pátzcuaro, Parácuaro, Arteaga,
Tepalcatepec, Múgica, Lázaro Cárdenas y Aguililla también se encuentran a la  expectativa. Todo a menos de cuatro meses de que los michoacanos acudan a las urnas a elegir gobernador, 40 diputados locales y 113 alcaldes.
 

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